Las emociones son las encargadas de ayudarnos a identificar diferentes aspectos de las situaciones que estamos viviendo y que, muchas veces, pasan desapercibidas por nuestra consciencia.
Son grandes reguladores, que nos permiten conocernos mejor a nosotros mismo y a su vez adaptarnos al medio que nos rodea.
Conocer y manejar nuestras emociones, es vital para tener una buena calidad de vida. Sin embargo, hay personas que no saben o no pueden expresar sus sentimientos o lo hacen de una manera inadecuada. Cuando esto sucede, los problemas aumentan y es muy posible que la salud también se vea afectada.
Las personas que presentan bloqueos emocionales podrían clasificarse en dos categorías:
Aquellas que no toleran la intensidad emocional y que mantienen las emociones controladas como mecanismo de defensa. Este grupo, aun queriendo experimentar amor, alegría o entusiasmo, no lo hacen ya que piensan que son los sentimientos lo que le van a dominar. En este caso las emociones de cualquier naturaleza son vistas como un signo de debilidad, fragilidad y falta de control
Es muy probable que también intenten controlar las emociones de su entorno acompañándose con frases del tipo; “no te puedes sentir así” o “estás sobreactuando”
La experiencia, incluso deseada de amar, les produce confusión, desconcierto y ansiedad, por lo que es mucho más fácil para ellos pasar por la vida sin esa vivencia.
Para el segundo grupo de personas el problema no es la intensidad, si no el tipo de emoción que viven. Son selectivos, por lo que van a vetar todas aquellas emociones que consideren negativas y sólo se van a permitir experimentar las positivas y agradables.
Este planteamiento es totalmente erróneo, ya que no comprenden que todos los sentimientos están íntimamente relacionados y es prácticamente imposible suprimir las emociones negativas sin suprimir las positivas.
También existen bloqueos más sutiles, en los que la persona no se encuentra del todo cómoda experimentando sentimientos muy intensos o poco correctos, por ejemplo , discutir con la pareja, no alegrarse por la promoción de un amigo o sentir deseo sexual hacia una persona que no sea su pareja habitual. No inhiben la emoción por completo, pero la viven de forma poco profunda.
Cómo reaccionamos ante nuestros sentimientos o cómo los expresamos está determinado por el entorno familiar y la cultura en la que hemos crecido.
La sociedad europea, especialmente culturas como la alemana, escandinava o inglesa, es mucho más restrictiva en relación a la expresión emocional. La muestra de sentimientos es vista como poco formal y débil. Sin embargo las culturas mediterráneas y latinas son más condescendientes y permisivas en cuanto a la exteriorización emocional.
Desde muy temprana edad nos enseñan que la racionalidad y la seriedad son características admirables, inhibiendo toda muestra de emoción, particularmente en los hombres.
Así, por ejemplo, cuando un niño llora, los padres suelen vetar la naturaleza emocional diciendo “los niños grandes no lloran” o “si dejas de llorar nos vamos al parque”. Esta situación provocará que en la edad adulta muchas personas reaccionen con incomodidad y bloqueos ante emociones negativas, pero que a la vez son naturales y tienen su función.
Cierto es que el control emocional desde que somos pequeños, tiene su parte importante, ya que ayuda a que vivamos en comunidades más ordenadas. Si toda emoción fuera intensamente expresada, viviríamos en un torbellino afectivo constante, ya que debido a nuestras neuronas espejo, las emociones experimentadas por nuestros iguales, se contagiarían como si de un virus se tratara.
Pero es igualmente cierto que el bloqueo emocional se suele volver desfavorable y afecta a nuestra vida, provocando problemas de adaptación e incluso malestar físico y psicológico.
Por eso es tan importante ser consciente de qué es lo que sentimos, aprender a manejarlo y a expresarlo en el momento y la manera adecuada.
“Llorar no es de débiles. Nacimos llorando porque llorar, es coger aire, sacar lo que nos duele y seguir adelante”