La cocina se puede convertir en una actividad agradable que nos ayude a desarrollar ciertas habilidades personales para usarlas en otras áreas de nuestra vida.
¿Sabes cuáles son?
Activación sensorial: Al elaborar un plato nuestros sentidos se activan, cocinamos con la vista, el olfato, el gusto, el tacto y el oído.
Memoria: La receta está en nuestra mente, tenemos que saber qué y cuándo hay que hacer cada cosa, por lo que establecemos metas intermedias para un resultado final. Además de recuperar información almacenada.
Resolución de problemas y toma de decisiones: A veces surgen imprevistos y estos requieren de una solución. Somos nosotros los que evaluamos la situación y actuamos de la manera más adecuada.
Relajación: La cocina, como cualquier otra actividad que nos mantenga centrados en ella, no ayuda a olvidar durante un tiempo nuestras preocupaciones. Focalizamos nuestra atención en los pasos que tenemos que realizar, bloqueando el acceso a las preocupaciones de nuestra mente.
La cocina, al igual que la pintura o la música, son actividades creativas que canalizan nuestras emociones, las ponen en orden y ayudan a gestionarlas. La cocina puede ser una técnica eficaz de gestión emocional, ya que al fin y al cabo supone una comunicación de nuestros sentimientos y nuestra manera de ser.